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Anónimo
Era madre de dos en ese momento. Tenía un poco más de 30 y vivía en Canadá.
No fue una decisión fácil, pero sabía en mis adentros que no era el momento o lugar indicado para tener otro niño. Mi matrimonio había empezado a dar tumbos y sentía que terminar mi embarazo era una elección de amor. Me hice un aborto por mi marido, mis dos hijos y por mí. Nos sentíamos abrumados por los desafíos y circunstancias y sabía lo que podía y lo que no podía manejar. Opté por concentrar mis energías en lo que tenía delante mío en ese momento. Todos tenemos limitaciones y yo había llegado hasta ellas. Como mujer, no le debo nada al mundo en cuestiones relacionadas con mi fertilidad. Soy un ser humano y, madre o no, como persona, es mi derecho humano básico poder controlar, planificar y elegir el tamaño de mi familia. Deseo este derecho para todas las personas.